sábado, noviembre 10, 2007

GERMAN ESPINOSA



Muy buenos dias , le habla JULIO MARIO CASTRO RIVERA , para presentarles el programa GRITOS Y PALABRAS.
Nos sintonizan en la pagina de Internet http://www.lavozdelcinaruco.com/ a las 7:30 am todos los domingos.
Hoy dedicamos este momento cultural a Germán Espinosa
Muere un escritor que, desde la publicación de 'La tejedora de coronas', era el clásico vivo de la literatura colombiana.
Germán Espinosa (Cartagena, 1938-Bogotá, 2007) era el hermano mayor de una generación de escritores que empezamos a publicar libros en la década de los 60. El hermano mayor y el más clásico entre todos, si clásico es, en un escritor vivo, el anuncio de su permanencia en el tiempo.
Desde sus cuentos de La noche de la trapa (1965), Germán se apartó de las corrientes dominantes de la narrativa latinoamericana, sobre todo de los escritores del llamado boom. Se inclinó hacia corrientes literarias que venían de Darío, Lugones, Felisberto Hernández y Borges. Esos cuentos inauguraban en Colombia una corriente imaginaria que debía tanto a Édgar A. Poe como a los simbolistas franceses y modernistas hispanoamericanos.
La publicación de Los cortejos del diablo (1970), su primera novela, instaló a Espinosa en una de sus obsesiones: la recreación imaginaria del siglo XVIII y de la historia colonial de Cartagena de Indias. Fue su primera novela de difusión internacional y la primera traducida a varios idiomas. Pero no fue sino con La tejedora de coronas (1982) cuando su obra se proyectó como una de las más esenciales de la novela colombiana de todos los tiempos.
A partir de entonces, novelas, libros de cuentos y ensayos de Espinosa fueron obras de referencia obligada en nuestro panorama literario y en los estudios universitarios. Estos enmiendan con rigor las ligerezas de las reseñas periodísticas. Dos de sus libros de cuentos, Noticias de un convento frente al mar (1988) y Romanza para murciélagos (1999), se sumaron a una obra narrativa que volvía a las grandes obsesiones de la Historia y a temas poco frecuentados por la literatura colombiana. Tal es el caso de El signo del pez (1987), una novela "religiosa" sobre los orígenes del cristianismo.
Poeta tardíamente modernista; ensayista académico a quien la academia oficial desdeñó con mezquindad, Espinosa dio siempre la impresión de ser un escritor mayor, "viejo entre jóvenes", le dije con cariño alguna vez. Todos reconocíamos el rigor "cartacachaco" de su personalidad, la prosopopeya y la riqueza arcaizante de su lenguaje literario y oral, el talante caballeresco con que concebía la amistad, su desconfianza ante las experimentaciones vanguardistas y, hay que decirlo, el alto concepto que tenía de su propia obra. Conocíamos, también, su inacabable erudición. Espinosa era, desde la publicación de La tejedora de coronas, el clásico vivo de la literatura colombiana.
Escribió muchos libros, algunos probablemente prescindibles. El volumen de sus Cuentos completos (Arango Editores, 1998) contiene muchas narraciones perdurables. No sucede lo mismo con su poesía, rezagada en el tiempo de los temas y estilos contemporáneos, pero extraña por salir en gran parte del simbolismo francés y el modernismo hispanoamericano.
Espinosa no hizo nada distinto a escribir y tratar de vivir de su escritura, excepto cuando disfrutó de una breve temporada como diplomático. Si algunos rasgos definían su personalidad, esos fueron la lealtad y la altivez. La primera, para darla y exigirla a sus amigos; la segunda, para protegerse de las bajezas de sus contemporáneos.
Josefina, su esposa, y sus hijos, Adrián y León, estuvieron en el centro de una vida digna y sin servidumbres. La muerte de Josefina, ocurrida hace dos años, fue el principio de un final que el escritor sintió cerca, pues con ella desaparecía el más recio y entrañable de sus bastones, no el de madera que le sirvió para apoyarse y blandirlo como espada en alguna de sus memorables rabietas, sino el bastón de una vida con más de 40 años de complicidades y amor.
Tejedor de todos los estilos.
Espinosa escribió cerca de 40 libros, en géneros como la novela, el cuento, el ensayo y la poesía. Y recibió, en el 2004, la Orden de las Artes y las Letras, otorgada por el Ministerio de Cultura de Francia. "Tenía la capacidad de generar diálogos universales a partir de historias muy colombianas -dijo la escritora Luz Mary Giraldo-. Sabía escribir de manera muy castiza, con mucha precisión y rigor"
A lo largo de su obra, Espinosa se preocupó siempre de incursionar en el mundo de las ideas. Su magia estaba en la capacidad de recoger lo más erudito en diálogos que resultaban diáfanos. Hacía énfasis en personajes enfrentados a situaciones límite, que podían estar marcadas por la malignidad del universo o por la presión de una duda, como lo dijo el mismo Espinosa alguna vez.
Consciente de haber sido siempre menos popular de lo que mereció su obra, Espinosa pensaba que el escritor debía sentirse satisfecho con realizarla. Sin embargo, nunca dejó de tener el respeto de los demás escritores: "Fue siempre el hermano mayor, el más severo, el más crítico, el de mayor talento que tuvo mi generación -dijo el escritor Oscar Collazos-. Con 'Los cortejos del diablo' y 'La tejedora de Coronas', Germán Espinosa se ganó un lugar como uno de los grandes escritores colombianos de todos los tiempos.
Escritor y diplomático
Germán Espinosa nació en Cartagena, el 30 de abril de 1938. Escribió su primer libro de poemas, 'Letanías del crepúsculo', a los 15 años.
Ejerció el periodismo desde 1955 (trabajó en televisión, diarios y agencias de noticias). Después de retirarse en 1975, ejerció varios cargos diplomáticos.
Posteriormente, combinó la escritura con su trabajo en una empresa de publicidad, como creativo. Pero, desde la publicación de la novela 'El signo del pez', se dedicó únicamente a escribir.
Obra de Espinosa
o 'Aitana'. 2007
o 'Cuando besan las sombras'. 2004.
o 'Rubén Darío y la sacerdotisa de Amón'. 2003.
o 'La balada del pajarillo'. 2000.
o 'La lluvia en el rastrojo'. 1994.
o 'Los ojos del basilisco'. 1992.
o 'La tragedia de Belinda Elsner'. 1991.
o 'Sinfonía desde el Nuevo Mundo'. 1990.
o 'El signo del pez'. Bogotá. 1987.
o 'La tejedora de coronas'. 1982.
o 'El magnicidio'. 1979.
o 'Los cortejos del diablo'. 1970.
o Este mes, Alfaguara lanzó la reedición de los cuentos completos del autor que incluye las selecciones tituladas: 'La noche de la trapa' (1965), 'Los doce infiernos' (1976), 'Noticias de un convento frente al mar' (1988) y 'Romanza para murciélagos' (1999).

Última entrevista concedida por Germán Epinosa: 'Escribí Aitana como una promesa'
El amor, el odio y referencias al esoterismo son los ejes de Aitena, que es una promesa al ser amado.
"La tarde en que Aitana murió, alentaban erectas todavía, en el jarrón de la mesa esquinera, las rosas blancas que un día antes habíamos traído (...). "Y cuando mis ojos se detuvieron en ellas, el pecho se me estrujó de ver cómo hubiera sido imposible, hacía menos de veinticuatro horas, imaginar que iban a sobrevivirla".
Lo anterior es parte del primer párrafo de Aitana (Alfaguara), el reciente libro de Germán Espinosa. Al verlo entrar en la salita abarrotada de objetos de su apartamento del centro de Bogotá, donde vive con Adrián, uno de sus dos hijos, es imposible no pensar que el corazón de ese hombre, como el del narrador de la novela, también está estrujado.
"Tengo un cáncer en la lengua y los médicos tratan de mejorarme. Creo que lo que tengo es la somatización de esto que me ha pasado". El cartagenero se refiere a la muerte de su esposa, Josefina.
Ahora tiene la tez pálida y luce muy delgado enfundado en su bata café con bordes vinotinto, pantalones de pijama y pantuflas azules. De todos modos, no ha perdido ese porte que cualquier coterráneo definiría como de 'cachaco'.
Para el efecto, le ayuda la bufanda anudada, también café, cuyos cuadros hacen juego con los diminutos que hay en la bata, y el bastón de madera, austero y bien terminado, que usa por gusto.
Dice, y cuentan quienes los vieron juntos, que hasta el 18 de octubre del 2005, cuando la muerte acabó con 40 años de matrimonio, Germán y Josefina eran como un solo ser. "No aceptaba una invitación si ella no iba conmigo", comenta el escritor. No importa si era lejos del país, era su condición para acudir y, casi todos, la aceptaban.
¿Dónde empieza la novela?
En Aitana, el protagonista rememora la tragedia de la pérdida de su amada, los hechos misteriosos que la provocaron y que involucran brujerías y asuntos paranormales. También hay referencias a la soledad y el anhelo de que el amor supere a la muerte.
Con tantos lugares de Bogotá y algunos personajes identificables en la trama, no se sabe bien cuándo la narración hace parte de la biografía suya y cuándo es ficción.
"Mi esposa y yo nos entendimos sumamente bien. No hubo incidentes graves. Fue una persona muy comprensiva, sobre todo cuando uno ejerce una carrera que está llena de sinsabores", dice.
A veces, Espinosa interrumpe para ir a su habitación a aplicarse lidocaína para lidiar con el dolor. No puede usar analgésicos porque, dice, en el 2004 le hicieron un mal diagnóstico en un hospital y le arruinaron los riñones.
Ahora prefiere la medicina alternativa. En uno de sus regresos trae un paquete de cigarrillos. Enciende uno.
"No me lo prohibieron. Tres médicos me han visto y ninguno lo prohibió", comenta, al ver mi cara de asombro.
-Según su novela, parece haber mucha envidia en el mundo de la literatura...
"Hay envidias, zancadillas, traiciones, intrigas. Es probable que todas las profesiones sean así", conjetura. Sin embargo, parece no darle mucha importancia a su apreciación, y dice: "El amor está presente en todo en la vida. El amor mueve el sol y las estrellas, dijo Dante".
-En su novela hay odio, también. Tanto que un brujo persigue a los protagonistas.
"El odio depende de la índole de cada quien, yo no he odiado a nadie. Sé de gente que odia con una intensidad que impresiona. Esos odios hacen que exista la magia negra. Causa terror y tristeza".
-¿Usted escribió este libro como una catarsis?
"Lo escribí por una promesa. Cuando estuve enfermo, en el 2004, estuve a punto de morir. Cada noche le decían a Josefina que de esa no pasaba. Eso le provocó un daño terrible. Ella -me contó un amigo, luego- decía que no me podía morir porque yo le había prometido escribir una novela. Esta es. Cumplí la promesa y me satisface".
-¿Ha escrito más?
"Un libro de poemas: Memoria de Josefina. Fue una manera de estar en comunicación con ella".
-Los protagonistas pensaban, a veces, que el mundo era un artificio y que solo ellos eran ciertos. También que fueron almas que pactaron su encuentro antes de esta vida. ¿Piensa que usted hizo ese pacto con su esposa?
"Contemplo la posibilidad de que haya ciertos encuentros amorosos pactados antes de encarnar y esos serían los grandes amores. Sería algo particular entre dos espíritus".
-¿Cómo ve las cosas ahora?
"Me siento agradecido de una vida muy bella con Josefina. Es un consuelo que, a la postre, no consuela. Fue algo tan profundo que es difícil aliviar, de la congoja tan grande. Vivo sumido en la tristeza, pero hago de tripas corazón, no me presento como agonizante, tengo muchas cosas por escribir. Tengo un asidero, que es la literatura, pero su ausencia nada la compensa. Faltan siempre las alas del amor".
-En la novela hay la esperanza del reencuetro en otro mundo. ¿Cree en esa posibilidad?
"Creo que Josefina me está esperando. Es aliviador, en cierto modo, pensar que volveré a verla y eso mitiga el dolor un poquito".
Desafortunadamente el tiempo se nos ha acabado para seguir hablando Germán Espinosa
Si quieres proponer un tema cultural escribanos al correo electrónico juliomario04@telecom.com.co.
Oyentes de la voz del cinaruco, los espero el proximo domingo en sintonia del programa GRITOS Y PALABRAS a las 7 y media de la mañana.
Le habló Julio Mario Castro Rivera.

Feliz dia para todos

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